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sábado, 7 de junio de 2014

Crónica 21. El gran tenor Lucho Alva

Acostumbraba mi padre contarnos muchos pasajes de su vida. Lamento no haber tomado suficiente nota para narrarlos ahora. Personalmente me pasó lo mismo con mi familia, hay veces que las historias parecen intrascendentes por eso ahora las escribo y salen casi en borrador, porque si me dedico a corregirlos ya no las publico como me sucedió por años. Promediando la década del Sesenta, había vivo interés por asistir al recital que debía ofrecer Luis Alva en el Auditorio de Radio Nacional del Perú. Lucho Alva, era el famoso tenor lírico ligero que estaba triunfando en el mundo entero. Antonio nos decía que era su amigo de antaño. Asistió con mi madre pero no tuvo la oportunidad para saludarlo. 
 
Por los años 49-50, cuando Antonio vivía y cuidaba la casa de Juan Newton allá en el Jr. Cápac Yupanqui 1525 en Lince, un veterano solterón inglés que solía viajar constantemente por el mundo, recibió la visita de una tía del dueño de casa, la señorona María Jesús, quien fue la primera persona que me engrió después de mi madre, para indicarle que iría un jovencito a practicar canto porque debía brindar un concierto allí mismo en una fecha próxima. El joven debía pasar una prueba ante la Maestra Rosa Mercedes Ayarza de Morales y unos representantes, que debían costear los pasajes para su viaje a Italia a seguir estudios de canto, nada menos que en la Scala de Milán. Antes de la actuación, el jovencito se acercó a mi padre para pedirle clara de huevo a efectos de hacer gárgaras para mejorar la voz. Pocos meses después el jovencito Luis Alva viajaba a Italia por barco. Debía tener 21 años porque mi padre estaba por los 24. En la recepción de aquella noche, al jefe de los mozos le había faltado un integrante de su staff y se encontraba contrariado porque no sabía como cubrirlo. Le pidió a mi papá que lo supla y lo hizo bien. Al final, grande fue la sorpresa de Antonio que la remuneración de esa noche era casi como lo que ganaba en un mes.
 
Se fue su primer jefe dejándole el número telefónico y la promesa de buscarlo después para continuar con otros trabajos. De esta manera comenzó a realizar “cachuelos”, aprender más y conocer lugares como el Hotel Country Club de San Isidro, el Majestic de Pueblo Libre (famoso Salón de Recepciones de los 50). El Hotel Bolívar, el Maury, el Alcázar, el Hipódromo de San Felipe, el Palacio de Gobierno, El Tambo de Oro de Belén, el Pabellón de Caza de Monterrico y conocer muchas personalidades nacionales y extranjeras. De secretario-ayudante pasó a ser Maître (Anfitrión), en época que no habían Institutos especializados en estos menesteres. Así, fue contratado en calidad de prueba en el Roff Garden 91 famoso Restaurante limeño que alguna vez fue considerado uno de los mejores restaurantes de América Latina por una revista norteamericana y que quedaba en la cuadra 9 de la ex Av. Wilson de Lima y se quedó por quince años. El Restaurante era regentado por los hermanos Dino y Piero Pratti, a quienes conocí junto a uno menor Fernando, que falleció trágicamente en un accidente automovilístico viniendo de La Molina. Tuvo oportunidad de atender personalmente a Mario Moreno “Cantinflas”, de quien decía que asistía con un grupo de personas, que sólo hablaba y arrancaba risas, que era serio, no reía nunca, sólo hacía reír. También Ava Gadner, María Félix, John Wayne y el primer Tarzán del cine americano Johnny Weissmuller quien nos visitó a fines del 60 y entre wiskys y pisco sours, se paró en una silla y lanzó su famoso grito del Hombre Mono en pleno comedor ganándose los aplausos de la concurrencia.
 
Como se recuerda, el famoso nadador rumano, nacionalizado norteamericano fue ganador de cinco medallas de oro en las Olimpiadas de Paris en 1924, falleció en l984, alcoholizado y con demencia senil que lo arrastraba de muchos años atrás. Atendió también al clan Prado, a Marianito Prado, a los doctores Alberto Sabogal de quien decía que era muy ameno y Guillermo Almenara, famosos médicos peruanos quienes al fallecer se les dieron nombre a los hospitales que ellos habían organizado. Hasta que una noche llegó Lucho Alva. Muy maduro, con un buen séquito y tuvieron la oportunidad de saludarse. El tenor y Antonio, recordaron que la clara de huevo que le había alcanzado en la noche de su recital le dio suerte y en forma recíproca, Antonio encontró la profesión de su vida, la misma que le permitió vivir decentemente, construir su casa y educar a sus hijos. La historia continúa cuando sabemos que el gran tenor lírico ligero es ahora profesor de música en la Scala de Milán de Italia y uno de sus grandes alumnos que pasó por sus aulas es otro extraordinario peruano el gran Juan Diego Flores. Antonio cumple este 12 de Julio próximo, tres años bajo tierra.

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