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martes, 27 de mayo de 2014

Crónica 20. EL SUTEP

A fines del año 1972 se funda el SUTEP en el Cusco, habiendo salido como Secretario General Horacio Zeballos Gamez, un docente nacido en Moquegua, político, de gran verbo y capacidad intelectual. En los inicios de ese año ya se hablaba del SUTEP en todo Lima y ya se habían formado los primeros cuadros de sindicalistas en muchos centros educativos. Trabajando en el Km. 12 - Comas en el C.E. 3062, me eligieron Secretario General de esa base, denominado así al Colegio donde uno laboraba. Pero a nivel de todo el Sector Doce que comprendían los distritos de Independencia, Comas y Carabayllo salí elegido Secretario de Deportes, Recreación y Cultura. De tal forma que a manera de propagandizar el Sindicato me encargaron la organización de campeonatos de Voleibol para profesoras y Fulbito para maestros. Que manera de tener éxito los eventos deportivos.

Se llevaban a cabo los sábados en las mañanas y la cantidad de maestros que asistían eran fabulosos. Escogimos el colegio de Estados Unidos, luego el Israel, el Carlos Wiesse, el Independencia, el Colegio del Morro en Independencia y era toda una fiesta deportiva porque asistían a observar los colegas de sus centros, hasta los directores de los planteles asistían. Tenía en mi comité directivo a colegas de gran capacidad de trabajo que me ayudaron mucho. Uno de ellos era el gran Arnulfo Medina Cruces, posteriormente tres veces Alcalde de Comas. Gran condición técnica mostraban los profesores y las maestras de igual manera. Todos éramos jóvenes. Se lucían los profesores de educación física y los jugadores de fútbol que actuaban en Ligas o en el fútbol profesional como Tadeo Risco, Adrián Bernal, Roberto Angulo y otros que eran de barrios que jugaban bien.

Mientras organizaba exitosamente estos eventos, durante la semana llevaba la Educación Inicial en el YMCA del Rímac, por la tarde en el Colegio Estatal y en los meses de verano era Salvavidas del Club Alemán. Aún no había nacido ninguno de mis hijos y tenía una ilusión tremenda por todo lo que pudiese venirme en el futuro. Los colegas encargados de la promoción cumplían con su faena de entregar documentos, comunicados o “mosquitos”, retirándonos pasados las dos de la tarde. Con Horacio Zeballos tuvimos acercamiento y una amistad no cercana, pero lo suficiente como para que en algunas oportunidades lo hiciésemos brindando un trago de por medio. Era un docente más, común y corriente. Nada hacía presagiar que seis años después lo eligiesen Presidente del Comité de Lucha del Magisterio a nivel Nacional (sobre todo en la gloriosa Huelga Nacional Indefinida de 1979).
 
En las reuniones que solíamos tener en el Jardín Botánico que quedaba en la Facultad de Medicina de San Fernando de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos lo viésemos distinto, como un salvador, casi con un áurea que lo rodeaba y dueño de un liderazgo que mantenía a los profesores que asistíamos a los informes completamente interesados en todo lo que decía. Gran tipo, lamentablemente murió siendo congresista. Realmente fue muy poco lo que consiguió para el magisterio nacional en materia económica, pero si le dio al maestro la propiedad y el respeto que debía tener sobre todo de parte de las autoridades gubernamentales, sean civiles o militares. Personalmente asistía y participaba de las acciones sindicalistas en tanto era una agrupación defensora de los derechos sindicales de profesores. Luego se politizó demasiado y opté por hacerme a un lado sin desligarme totalmente. Por el trabajo sindical que realicé me gané el aprecio de muchos colegas que siguieron brindándome su amistad después aún a sabiendas que ya no era el luchador de antaño. Ya entonces había pasado a laborar al 2091 de Las Palmeras en Los Olivos (antes San Martín de Porres). Hubo afiches y fotografías mías que salieron en periódicos, revistas como “Marka” y algunos periódicos de entonces. Nos corretearon los policías y miembros de seguridad del estado, me salvé de ir al Sepa (lugar que existía como una gran cárcel y que quedaba en la selva y que fueron a parar varios de nuestros dirigentes) o estar varios meses detenido en Seguridad del Estado o en las instalaciones de la Guardia Republicana allá en el Rímac.
 
Una noche, en San Marcos, debíamos escuchar un informe interesante de Arturo Sánchez Vicente (otro gran luchador) y otros miembros del Comité Ejecutivo Nacional. Sin embargo, se demoraban tanto que optamos por hacer tiempo y acudimos al frente a tomar por unos minutos unos vasos de cervezas (en aquel entonces no estaba cercada la Universidad como ahora). Grande fue nuestra sorpresa cuando observamos gran cantidad de policías que ingresaban al recinto universitario cercándolo y agarrárselas con los docentes, metiéndoles una tanda tremenda con sus varillas y haciéndoles subir a los camiones (“caimanes”, le decíamos) llevados especialmente para llevárselos detenidos. Esos colegas apresados demoraron como un año para salir en libertad. Y lo hicieron en el mes de Julio del 80 cuando retornó a la presidencia Fernando Belaunde Terry. Nuestra lucha era netamente sindical y fuimos el primer gremio de trabajadores en salir a protestar a las calles y hacíamos real el estribillo que cantábamos “EL SUTEP, LUCHANDO, TAMBIÉN ESTÁ ENSEÑANDO”. Era la época del gobierno militar, la represión era bárbara y había que ser muy valiente para enfrentarlos en las calles. Poco tiempo después salieron los bancarios, los mineros, las enfermeras, sindicatos como Cromotex, Bata y otros. Ahora lo hacen los médicos. Pero el nuevo magisterio, politizado o no, debe seguir luchando….
 

martes, 13 de mayo de 2014

Crónica 19. San Carlos. Parte 2

Corría el año 75 y acostumbrábamos a hacer el Informe Final de cada alumno en las cuatro áreas fundamentales de la Educación Inicial: Área Cognoscitiva, Social Afectiva, Psicomotora y Desarrollo de la Actividad Artística. Incidíamos en cada área y procurábamos plasmar un informe lo más próximo del niño(a). Románticamente creíamos que los docentes de educación primar...ia adonde iban a continuar los alumnos, tendrían un instrumento pedagógico para regirse y continuar con la formación del educando. No era así, porque además no era costumbre de los otros centros hacer semejante trabajo. El caso es que a fin de año una niña, con problemas, recibió su Informe para conocimiento de sus padres y el seguimiento del caso. Grande fue mi sorpresa cuando la mamá me llamó por teléfono para recriminarme por semejante evaluación. Había asistido con su esposo al Centro para solicitar directamente las explicaciones que pudiese darle. No estaban de acuerdo con lo que se manifestaba en dicha evaluación. Como no me encontraron, optaron por la llamada telefónica en donde descargó no sólo sus inquietudes si no también lo más importante para opacar la claridad de su cerebro: la cólera. Me acuerdo del año porque realmente fue un trabajo muy concienzudo en donde cada uno de los alumnos tenia una Ficha.
 
No volvimos a desarrollarlo en los siguientes años de esa manera, lo hicimos más elemental. Pasaron cuatro años, cuando recibí la visita de la misma señora. Traía de la mano a su niño de cinco añitos y sorprendido le pregunto por su hijita mayor. Me confió que cansada de que las profesoras le indicasen cada fin de año que debía recibir atención psicológica, llevó a su pequeña de nueve años junto con su esposo al mejor psicólogo que había en Lima. El profesional les recriminó preguntándole porqué habían esperado tanto tiempo para dar inicio a un tratamiento. Les preguntó además si había hecho el nivel de Educación Inicial, dónde y si alguna vez le habían manifestado de alguna anormalidad que hubiesen detectado, si hubo algún tipo de evaluación de esos años. La madre le indicó que efectivamente en una oportunidad había recibido una evaluación que ella consideraba que no era correcta y que lo tenía guardado “por algún lado”.
 
Felizmente la madre era muy ordenada para guardar los instrumentos de sus hijos y cierto que lo tenía pero no se acordaba donde. El doctor les pidió que por favor regresen con dicha evaluación porque era muy importante para él. Después de rebuscar tanto, lo encontraron. ¿Cómo podía valer tanto ese cartón de Evaluación para el doctor si casi la estaban tildando de esquizofrenia a su niña?. El doctor se quedó plasmado con el Informe. Señora, le inquirió, si aquí está todo muy bien especificado, por qué no la trajo en esa oportunidad, cuánto hubiese progresado desde entonces ahorrándole momentos martirizantes a su pequeña y finalmente preguntó: Quién es el doctor que escribió este Informe. No es doctor le respondió la señora, es un profesor del Jardín. ¿Profesor, en un Jardín de Infantes?. Generalmente son profesoras las que están al frente de los alumnos de Educación Inicial y debe tratarse de un caso único, añadió. Eso permitió que la señora comentase de las actividades y forma de enseñanza que realizábamos en el Centro.
 
El doctor, famoso psicólogo peruano desde los 60 hasta la actualidad, tuvo la gentileza de explicarles a los papás, que nunca había tenido un Informe tan cercano a los problemas psicológicos de una niña y que por favor acudan al Centro de Educación Inicial “San Carlos” ha extenderle las felicitaciones especiales de su parte al mencionado docente. Por eso, profesor, ahora le traigo a mi niño “A ojos cerrados” y también le expreso mis disculpas junto a mi esposo. Ese saludo y felicitación del Dr. Artidoro Cáceres, aún cuando no exista nada escrito ni ningún pergamino de por medio, representa uno de los mejores reconocimiento que tuve en mi carrera profesional. Como comprenderán he evitado citar nombres. Secretos profesionales.

jueves, 8 de mayo de 2014

Crónica 18. San Carlos. Parte 1

El hombre que inicia un nuevo estado como es el matrimonio, desea demostrar a su amada que puede tener otros ingresos además del que ya se proyectaron. Así es que luego de probar algunos otros menesteres, recalamos en la posibilidad de formar un Centro de Recreación Infantil para niños menores de seis años que se desarrollasen en el mundo psicomotriz. Era la idea co...n Jorge Naldos, Secretario Administrador del YMCA Rímac de la Av. Morro de Arica en el Rímac, lamentablemente fallecido. Habíamos recopilado algunos escritos colombianos y otros argentinos y lo amoldamos a nuestra realidad para hacer unas separatas que tenían como quince hojas. Error de juventud, el peruano no lee más allá de media página y sólo si le interesa. Así y todo lo repartimos en los alrededores del YMCA – Villacampa, zona más pudiente del Rímac y sobre todo en las casas de la División Blindada del Fuerte Rímac. Nos pasamos todo el mes de marzo de 1972 en esos preparativos. Queríamos conseguir colchonetas y taburetes para niños de esa edad, sogas, pelotas de todo tamaño y material deportivo diversos. Reunión con los padres de familia el 30 de ese mes.
 
Luego de la charla y las explicaciones de la labor por realizar, las madres se me acercaron para consultarme cuando iba a entregar la lista de útiles. No habían entendido nada y pensaban que se trataba de un Kinder o Jardín de la Infancia (Posteriomente Educación Inicial). Rápidamente me di cuenta porque contábamos con 26 niñitos y allí mismo sobre la hora cree un Centro de Educación Inicial y lo denominé “San Carlos”, convirtiéndome en el primer profesor jardinero a nivel nacional. Era una actividad educativa nueva para nuestro medio, aún no se había oficializado y no existía la obligatoriedad de hacer Inicial antes de pasar al nivel de Educación Primaria. Pero existían Kinders como lo llamaban. Recuerdo haber asistido cuando niño a un Centro que no se donde quedaba y que era atendido por señoritas correctamente uniformadas y con materiales de primera calidad, allá por 1950. Primera vez que usé una plastilina y no lo volví a usar hasta ser docente de primaria que era realmente mi profesión. Asistía a ese Kinder, sólo por unos días acompañando a Fernando, Roberto y Angela Da Silva, niños brasileros, hijo de la familia para quienes mis padres trabajaban y que se sentían muy bien conmigo.
 
Mi objetivo económico era obtener un ingreso mínimo de mil soles de la época y lo estaba obteniendo de acuerdo al porcentaje estipulado con el YMCA, más del doble, por lo que también incrementó mi interés por desarrollar una buena labor. Aprendí cuentos y canciones, algunos muy antiguos. Desarrollé mi creatividad. Arreglé algunas canciones, le di más acción a los juegos y cuentos, aunado a la acción y gestos que ponía para contarlos. Estuve cuatro años en Morro de Arica y cuatro más en la Av. La Capilla que quedaba a un paso. No se si las charlas y cuentos que contaba a la hora del ingreso le agradaban sólo a los niños o también a los padres que solían acompañar a sus hijos. Lo notaba por la incomodidad de ellos cuando por algún motivo llegaban tarde. Hasta ahora se acuerdan los ex alumnos de algunos cuentos. Mis hijos que fueron también alumnos, también me lo hacen recordar. Ellos tenían la misión de llamarnos profesor. El “papá” quedaba para el hogar. De esa manera le explicábamos que los otros niños no debían sentir la diferencia. La Señorita Nelly, Auxiliar del Centro era la encargada de llamar a los niños cuando venían los padres para retirarlos a su casa.
 
Un día encontré a Pepe, mi segundo niño a la sazón de cuatro años, triste y lloroso. Al requerirle por su estado se puso a llorar y me daba las quejas de que su papá o su mamá nunca venían a buscarlo como hacían los papás con sus compañeros. Le dije que “iba a hablar seriamente con su papá”, calmándolo de alguna manera. Al día siguiente, a la hora de salida, me retiré por la puerta principal y entré por el corredor, indicándole a la Señorita Nelly, avisada previamente, que le avise a Pepito que su papá había llegado a recogerlo. El llamado de “Pepito De la Cruz……”, “Pepito De la Cruz…..” que nunca se escuchaba, se dio. Nunca vi a un niño más contento y feliz como a mi pequeño que se puso de pie y vino corriendo hacía mis brazos. Lo levanté y abracé ante los gritos de alegría que lanzaba y me introduje prontamente con él al interior del Plantel para evitar que alguien se dé cuenta de mis ojos húmedos. Había dejado de verlo por dos minutos en mi condición de profesor para hacer el rol de padre. Me sirvió para explicarles detalladamente a mis otros hijos, la labor que desarrollaba.

Crónica 17. Felipe Pinglo Alva. Parte 3

El inmortal bardo criollo, mediante sus composiciones retrató a la Ciudad como nadie antes lo había logrado. “La Oración del Labriego”; “El Plebeyo”; “El Espejo de mi Vida”; “El Huerto de mi Amada”; “Bouquet”; “Amelia”; “De Vuelta al Barrio”; “Mendicidad”; “Jacobo el Leñador”; “El Canillita”; “Ramito de Flores”; “Querubín”; “Pobre Obrerita”; “Mendicidad”; “...Locos Suspiros”; “Amor Iluso”; “Alianza Lima” (Marinera) y un sin número más de valses y polkas fueron creados por el Maestro. A mi modesto entender “El Plebeyo” y “La Oración del Labriego” deben ser considerados como himnos del criollismo y “De Vuelta al Barrio” lo más grande en los Barrios Altos.
 
Grandes compositores y músicos de su promoción así también lo valoran. Entre ellos: Laureano Martínez Smart, Samuel Joya, Pablo Casas (autor de Anita), Pedro Espinel (el Rey de las Polkas), Carlos Saco, Alcides Carreño, Nicolás Wetzell. A decir de sus amigos Felipe Pinglo cantando no era bueno y tocando su guitarra no era mejor. Cantaba en tono suave casi confidente, pero nadie va a dudar de la calidad de sus escritos y lo extraordinario que era para componer sus canciones. Loayza se aferra a la versión que a raíz de su problema sentimental narrado al mismo compositor en la trastienda que tenía su Sastrería de la calle Trinitarias y que a la semana le mostró la Letra de “El Plebeyo”. También al hecho de que el espejo antiguo que tenía sirvió al genial bardo para componer “El Espejo de mi Vida”. Además, orgulloso tanto él como sus hijos César y Alberto, muestran una guitarra que aseguran perteneció a Pinglo. Esa guitarra, no muy grande, fui testigo de su existencia, está ahora en poder de su hijo César allá en Sol de Oro y en su interior tiene la marca “Falcón”.
 
Algunas veces, Alberto la sacó de su casa en los Barrios Altos (a escondidas de su padre) para ir de parranda o serenatas junto a varios amigos y sobre todo de Alfredo Calderón, otro compadre mío que tocaba bien la guitarra. Vihuela, era el término que le daban a la guitarra. Todas estas aseveraciones del veterano Loayza las daba en declaraciones a revistas, periódicos y estudiosos del vals criollo. Los periodistas Lorenzo Villanueva y Jorge Donayre, editaron una Antología de la Música Peruana, Gonzalo Toledo, quien trabajó con Augusto Ferrando fue otro periodista estudioso de la música criolla porque además era barrioaltino. Ellos afirman casi lo dicho por Loayza. Pero existen otros que tildan la historia de mentira. Lo real es que Jorge Lázaro, nunca se preocupó por buscar testigos. No lo necesitaba porque eran sus vivencias. Su hijo Alberto Loayza Ygreda, gran docente de Educación Secundaria en la especialidad de Lengua y Literatura y excelente “pelotero” (futbolista) con quien me tocó jugar juntos en innumerables oportunidades durante la juventud, el tiempo y la distancia de nuestros domicilios se ha encargado de alejarnos. Las últimas veces que nos reunimos fue con ocasión a los entierros de mis padres en donde tuvo la oportunidad de brindar excelentemente las palabras de despedida a quienes de alguna manera motivaron y perfilaron su personalidad ya que fue muy allegado a mi hogar. Escribimos nuestras tesis para graduarnos en la cochera de mi casa en los Barrios Altos (primera cuadra del Jr. Cangallo, calle Suspiros). Me sentí agradecido y pienso que lo que se hereda no se hurta. Digno hijo de su padre, don Jorge Lázaro Loayza. César, su otro hijo, era gran cantor y guitarrista de voz melodiosa, vive actualmente en la Urbanización Sol de Oro y Alfredo otro de los mayores, ex trabajador del Diario La Prensa, era amante de la buena comida y buen vino, vive en la Urbanización Mangomarca. Todos ellos excelentes criollos.