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jueves, 8 de mayo de 2014

Crónica 18. San Carlos. Parte 1

El hombre que inicia un nuevo estado como es el matrimonio, desea demostrar a su amada que puede tener otros ingresos además del que ya se proyectaron. Así es que luego de probar algunos otros menesteres, recalamos en la posibilidad de formar un Centro de Recreación Infantil para niños menores de seis años que se desarrollasen en el mundo psicomotriz. Era la idea co...n Jorge Naldos, Secretario Administrador del YMCA Rímac de la Av. Morro de Arica en el Rímac, lamentablemente fallecido. Habíamos recopilado algunos escritos colombianos y otros argentinos y lo amoldamos a nuestra realidad para hacer unas separatas que tenían como quince hojas. Error de juventud, el peruano no lee más allá de media página y sólo si le interesa. Así y todo lo repartimos en los alrededores del YMCA – Villacampa, zona más pudiente del Rímac y sobre todo en las casas de la División Blindada del Fuerte Rímac. Nos pasamos todo el mes de marzo de 1972 en esos preparativos. Queríamos conseguir colchonetas y taburetes para niños de esa edad, sogas, pelotas de todo tamaño y material deportivo diversos. Reunión con los padres de familia el 30 de ese mes.
 
Luego de la charla y las explicaciones de la labor por realizar, las madres se me acercaron para consultarme cuando iba a entregar la lista de útiles. No habían entendido nada y pensaban que se trataba de un Kinder o Jardín de la Infancia (Posteriomente Educación Inicial). Rápidamente me di cuenta porque contábamos con 26 niñitos y allí mismo sobre la hora cree un Centro de Educación Inicial y lo denominé “San Carlos”, convirtiéndome en el primer profesor jardinero a nivel nacional. Era una actividad educativa nueva para nuestro medio, aún no se había oficializado y no existía la obligatoriedad de hacer Inicial antes de pasar al nivel de Educación Primaria. Pero existían Kinders como lo llamaban. Recuerdo haber asistido cuando niño a un Centro que no se donde quedaba y que era atendido por señoritas correctamente uniformadas y con materiales de primera calidad, allá por 1950. Primera vez que usé una plastilina y no lo volví a usar hasta ser docente de primaria que era realmente mi profesión. Asistía a ese Kinder, sólo por unos días acompañando a Fernando, Roberto y Angela Da Silva, niños brasileros, hijo de la familia para quienes mis padres trabajaban y que se sentían muy bien conmigo.
 
Mi objetivo económico era obtener un ingreso mínimo de mil soles de la época y lo estaba obteniendo de acuerdo al porcentaje estipulado con el YMCA, más del doble, por lo que también incrementó mi interés por desarrollar una buena labor. Aprendí cuentos y canciones, algunos muy antiguos. Desarrollé mi creatividad. Arreglé algunas canciones, le di más acción a los juegos y cuentos, aunado a la acción y gestos que ponía para contarlos. Estuve cuatro años en Morro de Arica y cuatro más en la Av. La Capilla que quedaba a un paso. No se si las charlas y cuentos que contaba a la hora del ingreso le agradaban sólo a los niños o también a los padres que solían acompañar a sus hijos. Lo notaba por la incomodidad de ellos cuando por algún motivo llegaban tarde. Hasta ahora se acuerdan los ex alumnos de algunos cuentos. Mis hijos que fueron también alumnos, también me lo hacen recordar. Ellos tenían la misión de llamarnos profesor. El “papá” quedaba para el hogar. De esa manera le explicábamos que los otros niños no debían sentir la diferencia. La Señorita Nelly, Auxiliar del Centro era la encargada de llamar a los niños cuando venían los padres para retirarlos a su casa.
 
Un día encontré a Pepe, mi segundo niño a la sazón de cuatro años, triste y lloroso. Al requerirle por su estado se puso a llorar y me daba las quejas de que su papá o su mamá nunca venían a buscarlo como hacían los papás con sus compañeros. Le dije que “iba a hablar seriamente con su papá”, calmándolo de alguna manera. Al día siguiente, a la hora de salida, me retiré por la puerta principal y entré por el corredor, indicándole a la Señorita Nelly, avisada previamente, que le avise a Pepito que su papá había llegado a recogerlo. El llamado de “Pepito De la Cruz……”, “Pepito De la Cruz…..” que nunca se escuchaba, se dio. Nunca vi a un niño más contento y feliz como a mi pequeño que se puso de pie y vino corriendo hacía mis brazos. Lo levanté y abracé ante los gritos de alegría que lanzaba y me introduje prontamente con él al interior del Plantel para evitar que alguien se dé cuenta de mis ojos húmedos. Había dejado de verlo por dos minutos en mi condición de profesor para hacer el rol de padre. Me sirvió para explicarles detalladamente a mis otros hijos, la labor que desarrollaba.

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