El inmortal bardo criollo, mediante sus composiciones retrató a la Ciudad como nadie antes lo había logrado. “La Oración del Labriego”; “El Plebeyo”; “El Espejo de mi Vida”; “El Huerto de mi Amada”; “Bouquet”; “Amelia”; “De Vuelta al Barrio”; “Mendicidad”; “Jacobo el Leñador”; “El Canillita”; “Ramito de Flores”; “Querubín”; “Pobre Obrerita”; “Mendicidad”; “...Locos Suspiros”; “Amor Iluso”; “Alianza Lima” (Marinera) y un sin número más de valses y polkas fueron creados por el Maestro. A mi modesto entender “El Plebeyo” y “La Oración del Labriego” deben ser considerados como himnos del criollismo y “De Vuelta al Barrio” lo más grande en los Barrios Altos.
Grandes compositores y músicos de su promoción así también lo valoran. Entre ellos: Laureano Martínez Smart, Samuel Joya, Pablo Casas (autor de Anita), Pedro Espinel (el Rey de las Polkas), Carlos Saco, Alcides Carreño, Nicolás Wetzell. A decir de sus amigos Felipe Pinglo cantando no era bueno y tocando su guitarra no era mejor. Cantaba en tono suave casi confidente, pero nadie va a dudar de la calidad de sus escritos y lo extraordinario que era para componer sus canciones. Loayza se aferra a la versión que a raíz de su problema sentimental narrado al mismo compositor en la trastienda que tenía su Sastrería de la calle Trinitarias y que a la semana le mostró la Letra de “El Plebeyo”. También al hecho de que el espejo antiguo que tenía sirvió al genial bardo para componer “El Espejo de mi Vida”. Además, orgulloso tanto él como sus hijos César y Alberto, muestran una guitarra que aseguran perteneció a Pinglo. Esa guitarra, no muy grande, fui testigo de su existencia, está ahora en poder de su hijo César allá en Sol de Oro y en su interior tiene la marca “Falcón”.
Algunas veces, Alberto la sacó de su casa en los Barrios Altos (a escondidas de su padre) para ir de parranda o serenatas junto a varios amigos y sobre todo de Alfredo Calderón, otro compadre mío que tocaba bien la guitarra. Vihuela, era el término que le daban a la guitarra. Todas estas aseveraciones del veterano Loayza las daba en declaraciones a revistas, periódicos y estudiosos del vals criollo. Los periodistas Lorenzo Villanueva y Jorge Donayre, editaron una Antología de la Música Peruana, Gonzalo Toledo, quien trabajó con Augusto Ferrando fue otro periodista estudioso de la música criolla porque además era barrioaltino. Ellos afirman casi lo dicho por Loayza. Pero existen otros que tildan la historia de mentira. Lo real es que Jorge Lázaro, nunca se preocupó por buscar testigos. No lo necesitaba porque eran sus vivencias. Su hijo Alberto Loayza Ygreda, gran docente de Educación Secundaria en la especialidad de Lengua y Literatura y excelente “pelotero” (futbolista) con quien me tocó jugar juntos en innumerables oportunidades durante la juventud, el tiempo y la distancia de nuestros domicilios se ha encargado de alejarnos. Las últimas veces que nos reunimos fue con ocasión a los entierros de mis padres en donde tuvo la oportunidad de brindar excelentemente las palabras de despedida a quienes de alguna manera motivaron y perfilaron su personalidad ya que fue muy allegado a mi hogar. Escribimos nuestras tesis para graduarnos en la cochera de mi casa en los Barrios Altos (primera cuadra del Jr. Cangallo, calle Suspiros). Me sentí agradecido y pienso que lo que se hereda no se hurta. Digno hijo de su padre, don Jorge Lázaro Loayza. César, su otro hijo, era gran cantor y guitarrista de voz melodiosa, vive actualmente en la Urbanización Sol de Oro y Alfredo otro de los mayores, ex trabajador del Diario La Prensa, era amante de la buena comida y buen vino, vive en la Urbanización Mangomarca. Todos ellos excelentes criollos.
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