Eran dos pancartas que había ilustrado Humberto Silva Santisteban. Corría el año 80 y habíamos acudido a una romería en el Cementerio El Ángel para homenajear a nuestros colegas caídos en las luchas magisteriales. Ello con ocasión al Día del Maestro, así es que debía ser un seis de Julio y Morales Bermúdez estaba próximo a entregarle el mando al Arquitecto Fernando Belaúnde Terry. Estaban en el dibujo los rostros cadavéricos con cascos militares en alusión a la represión que el gobierno militar imponía a nuestro joven sindicato. Y vaya que debíamos ser muy valientes para acudir a estas manifestaciones gremiales cuando existía una bárbara represión. Y los “pinochos” (carros rompe-manifestaciones) que arrojaban agua con gran fuerza y los maestros hombres y mujeres debíamos correr para evitarlos. Correr también de los policías que con sus varas sentían mucha satisfacción en pegarnos. Correr y guarecerse para evitar que nos caigan perdigonazos como sucedió en algunas oportunidades en el Jr. Ancash de los Barrios Altos, cuando los policías disparaban contra los rostros de los profesores y el brillante docente Ricardo Dolorier (Catedrático de la Universidad de La Cantuta) tuvo que sacarse la camisa para mostrarle al público que le habían dado en el rostro y en el pecho. Y las fuertes agresiones que sufrimos cuando la policía ingresó a la Universidad de San Marcos y a nuestros dirigentes los enviaron al SEPA (Centro Penitenciario que quedaba en la Selva), en aquél entonces no estaba cercado el recinto universitario. Y la vez que ingresaron a la Facultad de San Fernando (Jardín Botánico) donde solíamos reunirnos para escuchar los informes del propio Horacio Zeballos, en la losa deportiva.
Había muchos, cada uno trataba de buscar colegas de su Sector, para sentirse acompañado. Yo era del Doce sector escolar que correspondía a Independencia, Comas y Carabayllo. Pero andaba huérfano, no conocía a nadie. Todos los colegas eran desconocidos. Cuando de pronto me encuentro con Luisa Villalba, colega que andaba en lo mismo. Portaba las pancartas y al preguntarle por ellos me los mostró y le dije que podíamos levantarlos. Estaban excelentes. Apenas lo alzamos, la mirada de cientos de profesores que nos observaban con admiración, eran precisas dada la etapa de la dictadura militar. Al fondo donde había un estrado, cerca de la puerta del cementerio, periodistas con cámaras en manos que nos enfocan para tomar una serie de tomas. Había una joven reportera con cabellos dorados y de raza blanca que no cesaba de apuntarnos con su máquina. La valiente profesora Villalba, madre de Luisa Fernanda y de Flor de María (dos pequeñas y brillantes alumnitas que teníamos y que el tiempo nos dio la razón) que comienza a hacer los coros de SUTEP, SUTEP, SUTEP…
Que tiempos. Hacíamos historia, con la idea de llevar adelante nuestro sindicato. Nuestra lucha era netamente gremial. Posteriormente se politizaría hasta el presente. Y si, buscábamos la justicia. No sólo en el papel, también en la práctica. La foto dio la vuelta al mundo, salió en periódicos y revistas. Años después sería utilizado por algún partido político para propagandizar paros nacionales. Hoy la represión no ha cambiado mucho. Fijémonos en el problema anti minero en Islay, Arequipa. Mataron a Victoriano Huayna y el deseo vehemente por incriminar a Antonio Coasaca. Hay denuncias contra la Policía Nacional y el Diario El Correo de Arequipa. Seguiremos buscando justicia de repente salgamos otra vez los viejos maestros a las calles, porque en aquella época el maestro “Luchando, también estaba Enseñando”.

