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viernes, 15 de mayo de 2015

Crónica 26.- Al alumno con mucho amor. Parte 1

En la década del sesenta, exhibieron una película titulada “AL MAESTRO CON CARIÑO”, excelente película que muestra al joven actor Sidney Pointer que lo llevó a la fama con esa actuación.

Narra lo difícil que era ganarse el aprecio de unos jóvenes descarriados que a la postre, mediante diálogos, ejemplos y deportes, logró corregirlos y ganarse la admiración de los adolescentes. Hace unos días, mientras descansaba, puso mi hija un... vídeo de la Fiesta de Promoción (¿?) de uno de mis nietos que había terminado su Educación Inicial de cinco años. La profesora (Miss, en los tiempos modernos) tomó la palabra para despedirse de sus alumnitos y padres de familia y entre muchas cosas interesantes se quebró al sentir que ya no los iba a ver más, recordaba que cuando llegaron no sabían pintar, recortar, usar lápices etc. que ella fue testigo de la superación de cada infante. También, extrañamente me sentí aludido al identificarme con ella. Y si, recordé que había que dar gracias a Dios por permitirme gozar de la frescura de muchos niños y niñas, que tuve la oportunidad de tenerlos en mis aulas. No uno, sino cinco años. Tenerlos a tan tierna edad, ver la alegría en sus rostros, secar sus lágrimas cuando recordaban a sus mamás, o sufrían algún golpe; calmar sus iras cuando se molestaban con alguien; brindarles la seguridad de que podían superarse cuando obtenían una nota baja; la alegría en persona cuando obtenían una gran nota; levantarlos y calmarlos cuando a los cinco añitos llegaban a mi aula (en aquella época se podía matricular antes de los seis) y en algunos momentos les entraba la nostalgia del hogar.

Cuando orientaba por separado a los varones que llegaban a la pubertad y a las niñas que por efectos biológicos ignoraban como actuar en determinados momentos (papel que muchas madres no lo hacían) escuchaba sus voces frescas cuando reían o cantaban. El ímpetu que ponían cuando jugaban fútbol o voleibol las niñas. Observar su transformación cada año. Llevarlos a nadar en la piscina entre sustos, quejidos, alegría y gran preocupación de mi parte porque no les pase nada. Es para el docente una gran felicidad ahora en el recuerdo. Pasar con ellos muchas más horas de lo que pasaban con sus padres que se las pasaban trabajando. Robarme parte de sus vidas; hacer las veces de sus padres cuando de llamarles la atención se trataba. Cuidarlos cuando nos íbamos de paseo. Recordar sus travesuras cuando estaba en casa lo que me llevaba a sonreír.

Gracias Dios mío, por haberme dado esa oportunidad. Gracias, por hacerme conocer que treinta o cuarenta años más tarde se encuentran en diversas partes del mundo y en una muy buena posición, que todos son muy buenos padres de familia. Que muchos profesionales se encuentran en Perú y lo que es más anecdótico no se han olvidado de su profesor. Y si, escuchando a la profesora me llenó de nostalgia y también quise llorar

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