CAMINITO.- La calle Caminito queda en el Barrio del mismo nombre, un lugar parecido a los Barrios Altos con las pistas adoquinadas y con gente de todas las nacionalidades.
Existe mucho negocio y damitas que te hacen invitaciones para bailar tango al compás de los discos de Carlitos Gardel propalados por altavoces que me hizo recordar las calles limeñas de antaño cuando por parlantes irradiaban las canciones de la jovencita Celia Cruz con la Sonora Matancera, tomarse fotos e inscribirse para tomar clases en diversas academias.
Es un medio de vida y me vi en la calle con una platense, rodeándome la mano por la cintura y con la otra el cuello amenazando con comenzar a bailar un hermoso tango. Las fotos no se hicieron esperar y pensaba en cómo lo iban a tomar amistades y familiares porque podían verlo como irrespetuoso, aun así me sentí como reo camino al cadalso. Para no quedar mal, hicimos unas cuantas piruetas que no duraron ni un minuto aunque el tango estaba hermoso y luego cortésmente tuve que despegarme y seguir mi camino (además, no sabía otros pasos).
Una cuadra más allá existe un riachuelo que parece una gran laguna un poco desaseada pero que es parte del Río de La Plata (antiguamente las embarcaciones llegaban hasta allí). Pistas y aceras adoquinadas semejante a las de la Lima antigua, ambulantes vendiendo recuerdos y otros con asados y diferentes carnes al estilo anticuchos en Lima. Debíamos abstenernos en comer porque almorzaríamos en “Siga a la Vaca”, famoso restaurante donde preparan exquisiteces de carnes donde dimos cuenta de unos bifes de chorizo con ensaladas, cremas y papas doradas. Uno debe acercarse a solicitar al chef cómo quiere la carne y como me manifestó que demoraría unos quince minutos, pues debía prepararlo, me invitó a que pruebe una porción de relleno de carne de cerdo muy exquisito. No faltó el abundante vino mendocino y logré probar una legítima Pepsi Cola que hacía tiempo no la degustaba. Lo que extrañé y mucho fue el rocoto y ají.



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