MI TOCAYO OSWALDO.- ¡Que cólera! Dejar Santa Rosa en Comas para ir a un colegio que parecía una cochera de mal gusto, el 2091 de Las Palmeras. Debía limitarme a trabajar con colegas mujeres y el director Tobías Aliaga con quien nunca nos entendimos pero hasta ahora en el presente nos buscamos para intercambiar opiniones, lejos del mundanal ruido.
Pensé que al llegar Tobías habría más actividad social, que podíamos salir luego del trabajo a intercambiar opiniones, tomar un café, una gaseosa, etc. Pero no fue así. Profesor hosco, serio, llegaba a la hora exacta y se retiraba igual, las profesoras terminada la jornada también desaparecían como por encanto. No me sentía bien, estaba como pez fuera de la pecera hasta que vi a un viejito bonachón que hacía la limpieza del frontis de las aulas y siempre con una manguera regaba para evitar la polvareda. El colegio cuya área era más grande que una gran manzana, en sus inicios era un lodazal lleno de piedras con pequeñas acequias al lado de la calle Las Hiedras, pequeños arbustos y mucha hierba. Nada hacía presagiar que se convertiría en un gran Plantel.
La asociación de propietarios que había hecho las gestiones para que el Estado cree un plantel en la Urbanización, había construido eventualmente tres aulas con techos de calaminas, un baño y un ambiente pequeño que servía de dirección. Estas estaban pegadas a las casas ocupando el área que correspondía a un pasaje. Delante de la dirección había un gran árbol de pacay que daba sus frutos regularmente y que los alumnos mayorcitos daban cuenta de ello.
Educación Física hacíamos los viernes por las tardes y luego de los trotes y ejercicios a los chicos los organizaba para que jueguen fútbol y voleibol. Ya habían construido la piscina pero no sabían organizarla y hacíamos natación. Hasta que las agresivas niñas se les ocurrió también jugar fútbol. Como quiera, también me metía al campo y jugaba por el equipo más débil. Cuando todos se habían retirado y luego de un ligero aseo hasta llegar a casa, me encontraba con el viejito que se llamaba como yo, Oswaldo. Y comenzamos a tratarnos de tocayo y finalmente sólo “Toca”. El pagaba los “platos rotos” al invitarle a tomarnos unas gaseosas o cervezas y luego solicitábamos pollo a la brasa. Lo que se hizo costumbre y ya todos los viernes el tocayo me esperaba listo para nuestra reunión. Esto paliaba mi malestar de haberme cambiado de Institución contra mi voluntad (mi esposa había hecho las gestiones que yo había olvidado). Recuerdo los partidos de fútbol en cancha de tierra, en el área donde hoy se levanta la Iglesia de Las Palmeras y están las oficinas de Telefónica del Perú.
Charito Goitizolo, Rosa Ivonne Luque, Charito Matos, Betty Núñez, María Miko Ruiz, Charo Veliz, Fanny Yáñez, Gloria Cornejo, Rocío Fernández, Tatiana Guevara, Rosa Martínez y Zoila Rosa Raquel Rivera son las que más recuerdo dando cuenta a zapatillazos a sus compañeros que eran mucho más hábiles entre los que estaban Carlos Alfonso Claudet, Oscar Alvariño Flores, Teófilo Fernández Pablo, Luis Alberto Flores Velorio, Medardo Juárez, César Augusto Luyo, Luis Armando Montalvo, Javier Ricardo Ormeño, Max Ramírez Delgado y César Wilson Fuentes. Las infracciones no las cobraba el árbitro que era el que escribe. Lo hacía para crear un ambiente de jolgorio lo que daba resultado, yéndonos finalmente a casa con los comentarios y reclamos consabidos. El abuelo, como lo conocían los chicos, tenía unos perros que le ayudaban en la guardianía y que en alguna oportunidad se habían llenado de garrapatas. El reclamo era generalizado. Ante la angustia de no poder limpiarlos optó por sacrificarlos. Una mañana, aparecieron dos hermosos perros robustos ahorcados de una de las ramas del pacay. Todos consternados y el abuelo llorando por sus canes en un lado de lo que era su habitación. Su edad avanzada lo había llevado a un estado de depresión en 1992 que se agravó cuando un docente en un rapto de “limpiar” la casa porque había adquirido un nuevo cargo (Sub Director), impidió que continuase con la guardianía por la que no cobraba nada y solo le servía para dormir en las noches. La depresión lo llevó a la muerte. El suscrito ya no trabajaba en el Colegio, teniendo la dirección de otro Centro pero al enterarme, acudí a su velorio a darle la despedida. Fui tal vez el último amigo que tuvo en vida. Siempre lo recuerdo, especialmente los 30 de noviembre, fecha en que cumplía años. Corría el año 1978 ¡!Feliz Cumpleaños Tocayo!!
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