Iniciábamos estudios de educación y existía en el aula un joven que acostumbraba asistir en terno a clases. Era el clásico preguntón, que a veces cae mal a la platea y era el que terminaba pronto los exámenes dejando mal parados al resto que no terminábamos incluso en el tiempo señalado. Por todo ello, no era muy popular. Pero todo cambió cuando comenzamos nuestra vida social y deportiva. Era alegre, bailarín y contador de amenidades.
En las prácticas deportivas destacaba por su agilidad, velocidad y técnica para conducir el balón. En alguna ocasión, encontrándonos en el paradero de colectivos, resultó que era mi vecino en los Barrios Altos y que vivía en la cuadra 7 del Jr. Ancash a dos cuadras de la mía. Como existían varios estudiantes que le daban bien al balón, se aceptó la invitación para asistir a las VI Olimpíadas Universitarias que tenía como sede la Ciudad de Arequipa-64. No había partida completa para viajar, pero de todas formas asistimos integrando la selección de fútbol. Sólo contábamos con diez camisetas y una de arquero. No había para los suplentes. De 28 universidades, clasificamos para los octavos y finalmente alcanzamos el quinto lugar contra todos los pronósticos.
Alberto Loayza Ygreda, el referente se convirtió en un “fiero” defensor central de nuestra selección junto a Alfredo Cerna (corajudo marcador de punta), Manuel Del Pino Roca (cerebral mediocampista), los hermanos Suazo, Manuel Orellana (capitán del equipo), Portocarrero, Timoteo y otros que escapan a mi memoria. Blas Suárez, Luis Alberto Cabrejo y el que escribe estábamos de suplentes. Unos de los grandes partidos que tuvimos lo ganamos por 1 a 0 nada menos que a la Universidad Católica en la ciudad de Camaná. Habían llegado en ómnibus propio, todos elegantemente vestidos con excelentes buzos, grandiosa barra y una soberbia inusitada. En una jugada de riesgo y al despejar de cabeza Loayza sufrió un corte en la cabeza que le hizo manar mucha sangre. El árbitro consideró que debía ser cambiado, los asistentes del equipo también y los compañeros del banco nos encontrábamos preocupados. Pidió que le vendasen la cabeza y continuar jugando con su lema de que “el jugador muere en la cancha”. Así lo hizo y su figura fue creciendo cada vez con mayor admiración y apenas tenía 22 añitos.
Logró convertirse en el más popular del grupo. Grandes universidades y jugadores participaron: La UNI, San Marcos, La Católica, Federico Villarreal, Pedagógico de La Victoria, San Agustín de Arequipa que campeonó, Chiclayo y Cajamarca. Entre los jugadores que luego serían famosos: Gerardo Altuna (Municipal), Rafael Risco (Alianza Lima), Armando Palacios (Universitario), Jesús Neyra (Melgar y Universitario, posteriormente padre de la actriz Gianella Neyra) y en el Atletismo estaba Roberto Abugattas gran contador de chistes en los restaurantes que solíamos comer: Dalmacia y Chezznino. Ya en Lima, en un noche de bohemia y cuando sentíamos que nuestra amistad se acrecentaba, ya van 52 años Dios mediante, emulando al bardo Felipe Pinglo Alva gran amigo de su padre, me escribió una composición y lo tituló “Le cuadre o no le cuadre”. Versado continuaba “usted será mi compadre”, adelantándose a la posterior etapa familiar que cada uno formaría. Nos hicimos doblemente compadre, ambos llevamos a la pila a cada uno de nuestros hijos.
Recuerdo que hago porque este 14 de mayo Alberto cumplirá 75 años. ¡Feliz Cumpleaños! mi querido compadre. Le cuadre o no le cuadre…con la estimación de siempre, asiente sus frejoles con un buen “vinagre”, que lo de galgo y generoso lo lleva Ud. en la sangre. Reciba un viril abrazo de este su compadre que no podrá en su casa saludarlo, por emprender un viaje largo.
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