No conocimos allá por 1964 en el inicio de nuestros estudios superiores de educación. Escogió la especialidad de Biología y se trasladó a la naciente Universidad Pedagógica Inca Garcilaso De la Vega.
Con él varios de nuestros más cercanos compañeros quienes además paralelamente continuaban en la Normal Superior de la Victoria. Llegó a formar parte de la Selección de Fútbol que acudimos a las VI Olimpiadas Universitarias que tuvo lugar en la ciudad de Arequipa en el mismo año y en la posición de puntero izquierdo destacando como todos en el interesante certamen. El periplo de aquella participación duró 17 días, tiempo suficiente para conocernos porque parábamos juntos mañana, tarde y noche suscitándose una serie de anécdotas de grata recordación.
En adelante nunca se perdería esa hermandad a pesar que no nos veíamos seguido siempre nos extrañabamos. Nos invitábamos a los cumpleaños y a veces al de nuestros padres, formábamos peñas criollas de distracciones y los combinábamos con los estudios. Jugábamos fútbol unas y fulbito otras y luego nos reuníamos para refrescarnos aunque él no era muy amante de quedarse hasta tarde.
Terminamos los estudios pedagógicos y por el 69-70 muchos de nosotros abrumados por la carga económica de nuestros hogares decidimos incursionar y trabajar en provincias. Loayza se fue a Laramate-Lucanas en Ayacucho; Del Pino viajó a San Rafael-Huánuco y “El Negro” recaló en Uco, uno de los dieciséis distritos de Huari en el departamento de Ancash, bellísimo pueblo que no lo conocíamos hasta que por Internet pudimos admirarlo. En reuniones con los amigos después del terremoto del 70 en Yungay, era grande nuestra preocupación de no saber nada de él, incluso lo dábamos por desaparecido.
El pueblo de Uco había quedado aislado por causa del terremoto superando la preocupación días después al reanudarse las comunicaciones. El “Negro” para unos, “Negrito” para otros, era un muchacho de gran carisma y estimado grandemente, fácil de hacer amistad y gran deportista. Se casó con Betty una hermosa chica de la localidad, docente también con quien formó su familia, comenzó a laborar y posteriormente se trasladó a Lima donde alguna vez lo encontré en el Centro Educativo José Carlos Mariátegui de la Urbanización San Agustín en Comas donde cumplía funciones administrativas. A fines del año pasado en un almuerzo de camaradería en el Club Arequipa fue la última vez que lo vi. Antes con motivo de la misa de año del gran Juan Sodani, en la Iglesia Santo Domingo también nos habíamos saludado y tomado desayuno con todo el grupo. Se nos fue el 27 de marzo del presente año, dejando tres hijos todos ellos grandes profesionales. Cumplió su misión de gran profesor, excelente esposo, amoroso padre y triunfador de la vida. Mi querido Negrito: Descansa en Paz.




