Que fatalidad. Haber sido el primer nieto de mi familia y heredado el nombre del bisabuelo. Calixto, había nacido en 1845 en Lunahuaná-Cañete y para la Guerra con Chile estaba por los 35 años habiendo sido uno de los férreos defensores del Valle de Lunahuaná que fue arrasada por los enemigos quienes hicieron su cuartel general en la Iglesia Apóstol Santiago del mismo pueblo. Como otros pobladores se enfrentaron valientemente muchos de ellos perdiendo la vida y otros salvándose como podían mientras esperaban el apoyo de Lima o la bajada de Yauyos de las fuerzas del gran Mariscal Andrés Avelino Cáceres.
El caso es que Calixto en una de las huidas recibió un balazo chileno a la altura de un lado de la columna vertebral quedando herido e imposibilitado de acudir a un médico de la ciudad por lo que se recuperó lentamente con la bala alojada. De a pocos le hizo sufrir una cifosis desplazándose hasta la edad de 95 años, falleciendo como es lógico deducir en 1940.
En honor a él fui bautizado como Calixto Oswaldo. El caso es que nunca me acostumbraba al famosito nombre. Escuchaba las risas y veía las sonrisas de mis compañeros de aula desde Transición hasta la Universidad, no me gustaba usarlo. En 1969 estando ya trabajando en un Colegio de prestigio de Santa Beatriz fui conminado a asistir a la Carceleta Judicial para rendir mi manifestación acusado de un delito contra el honor sexual acaecido en la ciudad de Ica (nunca antes había estado ahí). El acusado realmente se llamaba como yo, Oswaldo De la Cruz Sánchez, en un caso de homonimia. Me preguntaron si tenía otro nombre al percatarme de que el acusado solo tenía el Oswaldo indicaba con todo fervor ahora sí, que yo era Calixto Oswaldo. Los agentes PIP de esa época estaban convencidos que mi persona era el autor haciendo caso omiso a mis reclamos. Me enviaron a mi solicitud con un agente a Ica, evitando las esposas de rigor.
El juez de Ica reclamaba a mi familia preguntándome quien iba a costear mi defensa. Yo le explicaba que quería que me hiciesen un careo con la agraviada para deslindar responsabilidades y me enviaron a la cárcel de Cachiche donde me recibió un primo que tenía una jefatura y a todo momento me indicaba que no me preocupase; que sería su asistente, su secretario, que no tenía de qué preocuparme y yo no sabía realmente como explicarle la verdadera situación. Felizmente se dio cuenta que faltaba en un documento la firma del Jefe de la Policía Militar y me volvieron a la ciudad. En la dependencia militar con más soltura para hablar le expliqué todo el cuadro que estaba pasando y felizmente me entendió enviándome con el agente que me acompañaba en todo momento nuevamente al juez. Este se dio cuenta y nos envió a buscar a la agraviada quien después de sortear algunos problemas acudió al despacho del juez.
Al ver a la fémina le pregunté: Ud. Conoce al señor Oswaldo De la Cruz Sánchez?, me contestó que sí.
Y ese señor se parece a mí? Me dijo que no. Le expliqué todo el problema que estaba pasando y que era la primera vez que me encontraba en Ica.
Me indicó que el caso tenía más de cinco años. Que era en ese entonces menor de edad (menor de 21 en la época), que era su mamá quien llevaba el caso; que ahora estaba casada y que su esposo no sabía nada. Finalmente acudió con su mamá al juez y nos hicieron el careo quedando zanjado el asunto con el suscrito libre, perjudicado pero contento porque el nombre de Calixto había sido fundamental para que no vuelva a Cachiche donde la solución demoraría más tiempo por una huelga del poder judicial.
Nunca más dejaría de usar el famoso y honroso nombre.
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