En los inicios de los 60, Sonia, mi chica de entonces, me pedía que la buscase a eso de las siete de la noche en la entrada de su casa. Ella vivía, en el criollísimo “Callejón San José” (Octava cuadra del Jr. Huánuco en los Barrios Altos) que tiene dos entradas o salidas: Una por la Plaza Buenos Aires y otra por Conde La Vega. Callejón, de antaño que hasta ahora existe, m...ovido y difícil de permanecer sobre todos los que no vivían allí. Hoy cuando paso (en carro, no a pié) por allí, se me escarapela el cuerpo al recordar como pude visitarla tantas noches y solo. Incluso, en una oportunidad tuve que pelearme con un muchacho del lugar solo por “paradita de gusto” como se decía al hecho de trompearse sin motivo aparente, sólo por dirimir fuerzas, coraje, valentía o figuretismo, vaya uno a saber. Lo importante, es que nadie se metía, ni los amigos de algunos de los contrincantes. Y si uno de ellos caía al suelo, el otro debía esperarlo a que se incorpore. Era de cobardes atacarlo en el piso sabiéndolo en desventaja. Caía mal a todos los espectadores. Al final, sin importar el vencedor, estos se confundían en un abrazo y si había que brindar algo, también se hacía y ya no se comentaba nada más. Una de aquellas noches, esperando a mi “Tilsa Lozano”, habían unos chicos de unos diez u once años pegándole a un negrito (a la sazón panzoncito y muy liso y grosero), y lo conminaban a que cante. Este, con improperios les decía que ya había cantado varias canciones y que ya no cantaba más. Finalmente, acordaron que sería el último. Alguien le dijo que cante un huaynito. Con que fuerza y nitidez cantaba el pequeño negrito. Me pareció extraordinario. Al comentarle a Sonia, que dijo que era su vecino y que era un negrito rarito. Que su madre lo tandeaba cuando regresaba del Mercado y lo encontraba usando sus medias, zapatos y toda la batería de su tocador. Las tandas eran soberanas porque lo dejaban con llave para que no se escape a la calle. Años después, con otra amiga fuimos a un cine que programaron la Tarde del Bolero. No me gustaba mucho el aparente espectáculo y solo acudí por darle el gusto a mi amiga. Pero, nos encontramos con unas excelentes presentaciones de Guiller, el Rey de las Cantinas, Lucho Barrios y el gran Pedrito Otiniano. Que manera de cantar. También actuaban un “morenito” y una flaquita fea, que cantaron en dúo valses como los dioses. Eran los inicios de Lucía De la Cruz y el morenito el gran Manuel Donayre. El morenito me parecía conocido pero no lo supe hasta años después cuando me encontré con algunos de los amigos del famoso Callejón de San José.
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